Pasó un mes, la incertidumbre sigue
Por Luis Otero
La foto que acompaña esta nota muestra el quirófano al que entró Débora Pérez Volpin hace un mes. Llegó hasta ahí para que le quitaran los dolores de panza y algo le quitó la vida. Pasó lo que no tenía que pasar. Pasó lo que todavía no podemos creer que pudo haber pasado.
A «Quique» le quitaron la familia; a Agustín y Luna, la mamá; a doña Marta, la hija; a todos nosotros, la amiga y compañera; y a la sociedad, una referente importantísima.
Allí está el endoscopio. Supuestamente el que se usó para la intervención, que fue precintado por una instrumentadora por orden del director de la clínica un día y medio después de que todo pasó. Un día y medio de que «Quique» Sacco hiciera la denuncia que habilitó la causa penal, caratulada como homicidio culposo.
¿Quiénes estaban en esa sala aparte de los dos médicos? Todavía no lo informó oficialmente la entidad responsable, por lo que el único dato que hay es la lista de los que estaban ese día, a esa hora en la clínica, en quirófano. Veintiuna personas. Médicos, terapistas y enfermeros.
Todos deberán declarar ante la justicia. Un mes después.
La primera -el 14 de marzo- será la instrumentadora que precintó el endoscopio utilizado. Ese que ves en la foto ¿Será ese? Duda la querella. Duda la fiscalía, pero el juez Gabriel Ghirlanda no hizo lugar a las medidas complementarias pedidas. Por ende, habrá que recurrir a otros medios de prueba para sacarnos la duda. Esa duda persistente apoyada en el ?no sabemos qué pasó? de los médicos intervinientes. «Hay que esperar al resultado de la autopsia», dice el juez. La querella pidió secuestrar los teléfonos de los médicos y las computadoras, pero el juez respondió: «No ha lugar por ahora». Las defensas se enteraron (porque obviamente pueden ver el expediente, claro y así corresponde). Entonces, el «por ahora» se transforma en «nunca». Y lo que dice el juez , como tiene que ver con la prueba, es inapelable en esta etapa.
Eso sí, la clínica, que no puede ser imputada penalmente por ser una persona jurídica, se presentó en la causa y pudo participar en la autopsia. La querella se quejó. «No ha lugar», dijo el juez, porque seguramente va a haber un juicio civil en su contra. Y la querella apeló. Y la sala 1 de la Cámara Penal dijo: «No ha lugar». La cuestión ahora es abstracta. Porque la autopsia ya se hizo y los médicos de la clínica ya participaron.
No es fácil de entender para muchos, pero así funciona la cosa. A veces parece que el sentido común se escapa de los expedientes. Ese que ordenaba que desde el primer día debió precintarse la sala de este quirófano que ves en la foto por orden judicial, inmediatamente, pero no se hizo. Lo precintó la clínica, 36 horas después.
«Quédese tranquilo» -me dijo una fuente del juzgado el 7 de febrero a la mañana- «el lugar está asegurado». Mientras tanto, el cuerpo de Débora permanecía en la habitación esperando el transporte a la morgue judicial.
Si tuvieron que pedir el secuestro desde la querella parece que tan asegurado no estuvo el lugar porque hoy no tenemos la certeza de que «ese» endoscopio sea «el» endoscopio. En el medio, la carta del jefe de Gastroenterología que se queja de que la prensa dice cualquier cosa y pontifica: «El error no es sinónimo de culpa». La frase, para mí, es sinónimo de reconocimiento. Se reconoce el error, aunque se afirma que no es culpable. Si hubo un error, es un horror, por el resultado y no sería excusable por las constancias del expediente.
El dolor de la pérdida terrible es superado por momentos por la bronca de la tragedia evitable. No podemos creer que pasó lo que no debió pasar nunca. Encima trasciende que supuestamente «la flaca» estaba muy mal de salud. (Claro, la culpa la tuvo Débora ¿Cómo se le ocurre hacerse una endoscopía?)
Perdónenme. Tengo el título de «gil» y hasta posgrado de «gil», pero últimamente no ejerzo. En poco tiempo, en unos días no más, tendremos los informes finales de la autopsia y tendremos certezas forenses contra las incertidumbres de los médicos involucrados. Y la verdad estará en el expediente. Esa que sospechamos, pero que aún no se escribe.