¿Y vos qué talle usás?

En las tiendas de ropa es común ver que el talle indicado en la etiqueta es mayor al del tamaño real de la prenda de vestir. La desilusión por no poder ceñir el cuerpo a un talle de fantasía, contribuye en muchas chicas a acentuar sus problemas de bulimia y anorexia.
No existe peor frustración para una mujer que va a comprarse ropa, que la de encontrar que el talle ´large´ le queda chico. Esto sucede por dos claras razones: a) cada año que pasa la ropa tiene menos tela y, b) no existe en el país una ley de regulación de talles que exija a los fabricantes detallar las medidas exactas en las etiquetas de las prendas de vestir. En el mercado de la indumentaria local reina una absoluta anarquía de medidas por la falta de un estudio antropométrico que determine cuál es el cuerpo promedio de las mujeres argentinas. La importación de ropa, sobre todo la proveniente de países asiáticos, aumentó esta disparidad y convirtió en una postal común de las tiendas de ropa encontrar que dos prendas iguales tienen indicados talles diferentes. Tres años atrás, la Asociación de lucha contra la bulimia y anorexia (ALUBA), lanzó una campaña de sinceridad de talles para lograr que los fabricantes colocaran la medida verdadera y además la expresaran en centímetros. “De ese modo vamos a darnos cuenta que un 90-60-90 casi nadie puede ponérselo”, sostenían. En su cruzada ALUBA reunió 350.000 firmas y envió el proyecto al Congreso para que el tema fuera tratado. La propuesta sufrió modificaciones en su tránsito parlamentario y se desvirtuó su sentido original. Así se sancionó en la Provincia de Buenos Aires la Ley 12.665, de regulación de talles, sobre un proyecto de la legisladora radical María del Carmen Banzas de Moreau. La norma, promulgada en marzo de 2001, obligaba a los comercios de venta de ropa de mujer “tener en existencia todos los talles correspondientes a las medidas antropométricas de la mujer adolescente, de las prendas y modelos que comercialicen y ofrezcan al público”. La medida provocó la reacción no sólo del sector textil – y especialmente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) -, sino también de ALUBA, que estaba en desacuerdo con la exigencia a los fabricantes de confeccionar todos los talles, porque esa restricción era contraria a la libertad de mercado. Consultadas por Defiéndase, fuentes de ALUBA explicaron que en el origen de su reclamo estaba “la necesidad de fijar reglas claras de identificación en las prendas, con las medidas de cintura, talle y cadera detalladas en centímetros, para que las chicas no tuvieran un incentivo más para su enfermedad ni se sintieran monstruos dentro de talles pequeñitos. Pero nunca nos opusimos a que cada fabricante confeccionara la ropa del tamaño que quiera, siempre y cuando la etiqueta dijera la verdad”. Si bien la ley de talles está en vigencia, nunca se llegó a reglamentar en la provincia, por lo que es imposible aplicar las impracticables sanciones previstas para los supuestos infractores, que iban desde la imposición de multas hasta la clausura de locales.
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Un proyecto similar de regulación de talles tuvo su tratamiento parcial en el Congreso Nacional, presentado por el entonces senador y marido de la legisladora bonaerense que promovió la sanción de la ley en la provincia, el radical Leopoldo Moreau. La iniciativa se debatió en el Senado hasta que chocó con la resistencia de la Comisión de Comercio y fue archivada. Igual suerte corrió un proyecto parecido planteado en la Legislatura porteña, el cual espera aún su aprobación. El médico psiquiatra e integrante del equipo de profesionales de ALUBA Roberto Eguía, reconoce que existe una conexión riesgosa entre la cultura del consumo y las enfermedades ocasionadas por trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia. Según el especialista, “el marketing y el mercado de consumo inducen a las personas predispuestas a aumentar su patología, porque son estimuladas desde las revistas y la televisión a consumir determinado tipo de ropa o tener las medidas que esta sociedad considera ideales y que para la mayoría de las mujeres resultan inalcanzables”. Erguía explicó que cada vez más hombres padecen este tipo de trastornos, en que hasta hace poco se la consideraba una patología exclusiva de las mujeres, y que si bien la franja de riesgo aumenta en la preadolescencia y adolescencia, “se han visto síntomas de la enfermedad en bebés, a los que la mamá ponía edulcorante en la mamadera”. Frente a la cultura occidental que asocia la imagen del éxito a la de un cuerpo perfecto y en el que las modelos publicitarias adquieren el brillo de las estrellas de cine, es preciso comenzar a debatir sobre las consecuencias perjudiciales que pueden tener las imposiciones de la moda en las adolescentes y crear una normativa seria que ponga el foco en la necesidad de sincerar los talles que figuran en las prendas (del mismo modo que se exige con las etiquetas de los alimentos envasados), para que las chicas no sientan que engordaron cuando salen de un negocio y entran a otro a probarse ropa. ¿Cómo puedo exigir que se respeten en las etiquetas las medidas reales de las prendas de vestir? El ciudadano que se sienta afectado por esta cuestión puede presentar su queja en la Defensoría del Pueblo de su jurisdicción, para que ese organismo inicie las actuaciones correspondientes, designe un área especializada y haga un seguimiento del caso, que culminará con el dictado de una resolución del Defensor tendiente a reparar o hacer cesar el daño ocasionado.